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jueves, 27 de octubre de 2011

José Ingenieros

Sobre el carácter...

...Vivir es aprender, para ignorar menos; es amar, para vincularnos a una parte mayor de la humanidad; es admirar, para compartir las excelencias de la naturaleza y de los hombres; es un esfuerzo por mejorarse, un incesante afán de elevación hacia ideales definidos.

Muchos nacen, pocos viven. Los hombres sin personalidad son innumerables y vegetan moldeados por el medio, como cera fundida en el cuño social.

El hombre de fino carácter es capaz de encrespamientos sublimes, como el océano; en los temperamentos domesticados todo parece quieta superficie, como en las ciénagas. La falta de personlidad hace, a estas, incapaces de iniciativa y de resistencia. Desfilan inadvertidos, sin aprender ni enseñar, diluyendo en tedio su estupidez, vegetando en la sociedad que ignora su existencia: ceros a la izquierda que nada califican y para nada cuentan. Su falta de robustez moral háceles ceder a la mas leve presión, sufrir todas las influencias, altas y bajas, grandes y pequeñas, transitoriamente arrastrados a la altura por el más leve céfiro o revolcados por la ola menuda de un arroyuelo. Barcos de amplio velamen pero sin timón, no saben adivinar su propia ruta : no saben si irán a varar a alguna playa arenosa o si irán a quedar encallados contra un escollo. ¿Quién no se atribuye alguna virtud, cierto talento o un firme carácter? Muchos cerebros torpes se envanecen en su testarudez, confundiendo la parálisis con la firmeza, que es don de pocos elegidos. Los bribones se jactan de su cobardía y desvergüenza, equivocándolas con el ingenio; los serviles parapoco, pavonéase de honestos, como si la incapacidad del mal pudiera en caso alguno, confundirse con la virtud.

El hombre normal, no existe. no puede existir. El hombre normal en una sociedad no lo es en otra. El de hace mil años, no lo es hoy, ni en el porvenir.


Sobre la Miseria...

El hombre digno vive con la obsesión de no depender de nadie; sabe que sin la independencia material, el honor está expuesto a mil mansillas, y para adquirirla, soportará los más rudos trabajos, cuyo fruto será su libertad en el porvenir.

Todo parásito es un siervo, todo mendigo es un doméstico. El hambriento puede ser un rebelde, pero nunca un hombre libre. Enemiga poderosa de la dignidad es la miseria; ella hace trizas los caracteres vacilantes e incuba las peores servidumbres. El que ha atravesado dignamente una pobreza, es un heroico ejemplar de carácter. La miseria es mortaja que traba la lengua y paraliza el corazón. Hay que escaparse de sus garras para elegirse el ideal más alto, el trabajo más agradable, la mujer mas santa, los amigos más leales, los horizontes más risueños, el aislamiento más tranquilo. La pobreza impone el enrolamiento social. El individuo se inscribe en un gremio más o menos jornalero, más o menos funcionario, contrayendo deberes y profesiones denigrantes, que lo empujan a domesticarse. Enseñaban los estoicos, los secretos de la dignidad: contentarse con lo que se tiene, restringiendo las propias necesidades. Un hombre libre, no espera nada de otros, no necesita pedir. La felicidad que da el dinero es la de no tener que preocuparse por él. Por ignorar ese precepto, no es libre el avaro ni es feliz. Los bienes que tenemos son la base de nuestra independencia. Todo lo que deseamos es la cadena remachada sobre nuestra esclavitud. La fortuna aumenta la libertad de los espíritus cultivados y torna vergonzosa la ridiculez de los palurdos. Suprema es la dignidad de los que adulan teniendo fortuna. Esta les redimiría de todas las domesticidades, si no fueran esclavos de la vanidad.

Extractado de su libro: "El Hombre Mediocre"

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